De Las Mulas a los Willys

Cortar rejos, hacer embarrotados, cabezales e hijuelos, tejer cinchones y enjalmas, herrar, aparejar y cargar, darles de comer, querer, cuidar y consentir las mulas; son oficios del verdadero Arriero. La Arriería es todo un arte, está llena de detalles que se aprenden con los años de práctica.
Pablo Teleche desde sus 7 años comenzó sus primeros pasos, oficio que heredó de su padre. Ese fue su destino, el de la mulas, el que tanto recuerda con nostalgia y orgullo, el que le gusta relatar mientras muestra sus valiosas piezas, herramientas para herrar, cabuyas para tejer, argollas, frenos, jeringas para el cuidado de los animales, porque es un oficio integral que se teje entre generaciones; el abuelo de Pablo fue Arriero de Bueyes y su padre desde pequeño le dedicó su vida al traspaso de la sabiduría de la Arriería. Pablito Teleche, como hoy le decimos de cariño, tomo las riendas con una pasión inmensa, que hoy nos transmite al contarnos sus historias sobre las trochas, historias de abundancia en alimentos y libertad.
Andariegos por naturaleza, así eran aquellos hombres que a los pasos de muchas mulas se recorrían llanuras, selvas húmedas, calurosas montañas y altos paramunos. Años atrás, unos 50 años y hasta un poco más, el campo de Colombia se interconectaba a través de estos fuertes hombres: los Arrieros. Encargados de atravesar fronteras con productos, enceres, combustible, madera, panela y cosechas de maíz, papá, frijol y café para llevar del campo a las principales ciudades de Colombia y viceversa. El Arriero estaba donde había Bonanza, recuerda Pablo, como en el año 64 la gran Bonanza de papá en el municipio de Pijao, como en Santa Helena Tolima, el café en Génova y Buenavista Quindío donde finalmente Pablo se quedó.
Años después, las bonanzas fueron pocas. El negoció de las mulas cambió y disminuyó su rentabilidad, se construyeron carreteras y con ellas llegaron los vehículos de gasolina. El Willys llegó a Colombia encontrando un rumbo de paz, ya que en sus orígenes este automóvil fue fabricado para la segunda guerra mundial. El Arriero fue entonces reemplazado por aquel vehículo todoterreno capaz también de atravesar trochas y con fuerza suficiente como la de las muchas mulas que arriaban antes los andariegos como Pablo.
Fue así como hace 12 años; con cuatro millones de pesos y sin saber conducir, que Pablito compró su primer Willys; prendió los motores de su nuevo auto, su berraquera la entregó al volante y salió por la trocha de la vereda Los Juanes de Buenavista para aprender de su nuevo destino. El de Willysero; al cual se dedica hoy, sin olvidar sus mulas, conservando sus herramientas, su delantal, mulera, carriel y sus palabras tejidas de emocionantes historias; que me son imposible de transmitir a través de un escrito. Para sentirlo hay que conocer a Pablo Teleche quien en medio de un paseo por el campo de Buenavista te puede hacer vivir el amor por las cosas simples de la vida.
Y es así, como la vida del campo en Colombia se ha transformado entre bonanzas, de las trochas a las carreteras y de las Mulas a los Willys.
Escrito por: LaurAcostaJ
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